lunes, 9 de abril de 2012

El oculto


Todo el mundo ha sentido, en alguna ocasión, algún tipo de dolor físico, golpearse los dedos del pie con la pata de la cama en mitad de la noche, cortarse un dedo pelando una manzana o con un simple pisotón del gracioso de turno que quiere estrenar nuestro nuevo calzado. Esto es algo natural y del que nadie reniega, pero, todos sabemos que hay otro tipo de dolor ¿verdad?
¿Y por qué le llamamos así? Esa sensación de frustración combinada con unas gotas de decepción, bien removida con una buena cantidad de desilusión y en ocasiones aderezada con impotencia, da como resultado el cóctel más explosivo para nuestro corazón.
Los científicos lo simplifican como algo resultante de la combinación de reacciones químicas de nuestro cuerpo, al igual que el amor, pero nosotros lo elevamos a un plano mayor ¿cuál es la razón?  
Le damos mucha más importancia al dolor que no se ve pero que sabemos que esta ahí porque somos conscientes de ello. ¿Qué pasaría si este dolor fuera fugaz? En ocasiones lo es, pero tenemos miedo (mucho) a que sea demasiado persistente y acabemos sufriendo lo indecible.
Cualquier miedo es mucho más intenso si hay incertidumbre y eso hace que nuestro posible dolor interno se recrudezca.
Las palabras mágicas no existen, ni tampoco fórmulas milagrosas para hacer desaparecer de la faz de la tierra este tipo de sensación. Hay personas que prefieren callar otras escogen dejarlo “libre”. También hay individuos que personalizan el dolor ajeno, sufrir por otros, sentir ese quemazón a la vez que el de al lado “arde” por dentro, nunca es lo mismo, la solidaridad en estos casos no es más que un armazón para llevar esperanza al que sufre.
Este tipo de dolor es parte de la sensibilidad y en muchas ocasiones nos negamos a que esto se así pero sabemos que tarde o temprano llega y cuando esto sucede…..nadie esta al margen, nadie es invulnerable, nadie se queda “fuera”, y es lo que nos hace tan diferentes a la vez tan iguales, es lo que nos hace humanos.

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